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Pensamientos del Dr. Bach sobre el miedo a la enfermedad—


En esta época, el miedo a la enfermedad se ha desarrollado de tal manera que le ha dado una gran preponderancia al sufrimiento porque le abre la puerta a todas aquellas cosas a las que les tememos haciéndoles así más fácil su entrada. Este miedo es realmente egoísta porque cuando nos entregamos al servicio de los demás, no nos queda tiempo para ser aprehensivos de enfermedades personales.

El miedo en estos tiempos está contribuyendo enormemente  a intensificar la enfermedad y la ciencia moderna ha aumentado el reino del terror al  propagar entre el público en general sus descubrimientos que todavía son verdades a medias.

El conocimiento de las bacterias y los diferentes gérmenes asociados a la enfermedad han causado estragos en las mentes de miles de gentes y el temor que les ha provocado los ha hecho más susceptibles al ataque. Si bien formas más pequeñas de vida, tales como las bacterias, podrían ser parte de la enfermedad o estar asociadas al ataque físico, no constituyen de ninguna manera la verdad total del problema, como puede demostrarse científicamente o por los acontecimientos diarios. Hay un factor que la ciencia es incapaz de explicar con fundamentos físicos y es el por qué algunas personas resultan afectadas por la enfermedad y otras no, aunque ambas clases podrían estar expuestas a la misma posibilidad de infección. Al materialismo se le olvida que hay un factor superior al plano físico que en el curso ordinario de la vida protege  o hace susceptible a cualquier individuo a la enfermedad, cualesquiera que esta sea.

El miedo por su efecto depresivo en nuestra mente causa desarmonía en nuestros cuerpos físicos y magnéticos pavimentando el camino para la invasión. Si la bacteria y  las causas físicas fueran las únicas e indudables causas de la enfermedad, entonces, efectivamente, solo  se necesitaría un poco de convencimiento para tener miedo. Sin embargo cuando nos damos cuenta de que en la peor de las epidemias  solamente una proporción de los que están expuestos son atacados por la enfermedad  y que, como ya lo habíamos visto, la causa real de nuestra enfermedad  subyace en nuestra propia personalidad  y está dentro de nuestro control, podemos seguir adelante sin pavor y sin miedo sabiendo que el remedio se encuentra   dentro  de nosotros mismos. Podemos hacer a un lado todos los temores de que las causas físicas son el único origen de la enfermedad, al saber que esa ansiedad nos hace más susceptibles y  que si hacemos el esfuerzo de traer armonía a nuestra personalidad,  no necesitamos anticipar la enfermedad, de la misma manera que no tememos ser exterminados por un rayo o ser alcanzados por un fragmento de un meteoro.

Cúrese usted mismo, 1931
Traducido por Julia de Early



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